
La emigración fue un fenómeno característico del siglo XIX que tuvo un gran impacto en la población gallega. Las corrientes migratorias hacia las zonas urbanas industrializadas no significaron que los jornaleros gallegos habitaran las ciudades gallegas; más bien, la consecuencia fue la salida en masa a América. La emigración también tuvo consecuencias negativas para el idioma gallego, pero cabe señalar que las comunidades emigrantes jugaron un papel central en el incipiente proceso de recuperación del gallego para uso público y cultural.
La modernización significó la enorme movilización de un gran número de personas en todas partes, lo que en general condujo a una concentración en las ciudades-fábrica de mucha gente rural, previamente dispersa por las áreas rurales. Como todo el mundo sabe, la civilización moderna típica es urbana e industrial. Pero si la industrialización fue lenta y débil en España (con la excepción de algunas zonas concretas, como el País Vasco y Cataluña), lo fue aún más en Galicia, lo que hizo que las corrientes migratorias que se originaran en el medio rural no desembocaran en ciudades gallegas, ni siquiera españolas, incapaces de proporcionar un medio de vida; más bien, llegaron a las Américas, en su mayoría países de habla hispana: Cuba y la desembocadura del Río de la Plata en particular.
A lo largo de los últimos 30 años del siglo XIX, y bien entradas las primeras décadas del siglo XX, cientos de miles de gallegos emigraron a diferentes zonas de América. Allí encontraron un nuevo mundo con el que lidiar e interactuar, un mundo más avanzado y desarrollado social y culturalmente. Desde la perspectiva de una nueva conciencia y potenciada por procesos de organización colectiva, fundamentalmente identitarios, muchos de ellos se propusieron contribuir al avance del desarrollo cultural y social de Galicia a través de procesos políticos, sociales y educativos autoorganizados. De esta forma, durante la década de 1920, un número creciente de escuelas primarias – aproximadamente 300 – en toda Galicia sintieron la influencia de los emigrantes gallegos.
Entre 1860 y 1936 la mayor parte del éxodo gallego acabó en Cuba, Argentina y Brasil. Esta emigración fue mayoritariamente de hombres que dejaron atrás a sus esposas e hijos, «las viudas de los vivos y las viudas de los muertos» en palabras de Rosalía de Castro. Se calcula que más de medio millón de personas abandonaron Galicia durante este período. Después de la Guerra Civil no se permitió la emigración durante varios años -salvo exiliados políticos- pero en los años cincuenta se reinicia la emigración a Argentina y a Venezuela. Al mismo tiempo, los emigrantes empezaron a salir de Galicia hacia Europa Central -Reino Unido, Francia, Alemania y Suiza- y los principales polos industriales de España -Cataluña, País Vasco y Madrid-. Este proceso se ralentizó a principios de los años setenta.